Resumen Listen

La respiración se compone de la inspiración, que es un proceso activo, y la espiración, que es un proceso pasivo.

La inspiración requiere de contracciones musculares en el diafragma y los músculos intercostales situados entre las costillas. Las contracciones de estos músculos expanden el volumen del tórax con la consiguiente presión negativa. El aire es aspirado de este modo a través de la cavidad nasal.

La espiración sucede cuando cesa la inspiración, es decir, cuando cesan las contracciones musculares, y el pulmón se contrae debido a la elasticidad del músculo, a las fibras elásticas que rodean los alvéolos y a la tensión superficial dentro de los mismos.

La inspiración está controlada por varios centros en el bulbo raquídeo y la protuberancia, que inducen las contracciones del diafragma y de los músculos intercostales. Cada vez que inspiramos, se inhala unos 500 ml., de los que cerca de 350 están participando en el intercambio de gases. El aire en los pulmones se renueva parcialmente cada vez que respiramos.

La mezcla de gases en los alvéolos no es igual a la del aire exterior. El O2 se difunde desde los alvéolos a la sangre, que pasa a estar saturado al 100%, y se transporta disuelto en el plasma o unido a la Hb. En condiciones normales, de reposo, alrededor del 25% del O2 de la sangre es suministrado a los tejidos. Por este motivo, en dichas condiciones, la sangre que llega a los pulmones, está aproximadamente al 75% de saturación de O2.

El O2 permite a las mitocondrias producir ATP a partir de glucosa, siendo el CO2 un subproducto de este proceso.

El CO2 de los tejidos se difunde en la sangre y es transportado en el plasma, unido a la Hb o como bicarbonato. Cuando llega la sangre a los pulmones, el CO2 se deposita en los alvéolos por difusión.