La respiración tiene dos fases: la inspiración y la espiración. La inspiración es un proceso activo, en el que gastamos energía para contraer los músculos del diafragma e intercostales. Esto crea una presión negativa que introduce aire en los pulmones. El diafragma se expande hacia abajo, hacia el abdomen, y los músculos intercostales hacia arriba, de modo que se amplía el tamaño del tórax (Fig. 8).
Espirar, sin embargo, es un proceso pasivo. No usamos energía, sino que relajamos los músculos, que recuperan su longitud de reposo debido a sus propiedades elásticas. Además, la tensión superficial, tanto dentro como fuera de las fibras elásticas de los alvéolos, también participan en la contracción del tejido pulmonar. En general, cuando el pulmón se comprime se crea una presión positiva, lo que provoca que el aire en los pulmones sea forzado a salir.
Cada vez que inspiramos, tomamos aproximadamente 500 ml. de aire, el mismo volumen que cuando espiramos (Fig. 9). Este volumen que se inspira y espira durante la respiración normal y tranquila se llama “volumen corriente”. El volumen corriente no coincide con todo el aire que cabe en los pulmones, ya que el aire en los pulmones se va renovando poco a poco, cada vez que inspiramos y espiramos.
Después de haber espirado, en situación normal, podemos soltar todavía unos 1500 ml. de aire adicional. Éste se llama “volumen de reserva espiratorio”. Después de esto, todavía tenemos alrededor de 1000 ml. de aire de los pulmones que no somos capaces de eliminar. Para deshacernos de este volumen residual, sería necesario que una apisonadora pasara por encima de nosotros.
Después de inspirar normalmente, somos capaces de absorber una cantidad considerablemente más grande de aire. Este volumen más allá del volumen corriente se llama “volumen de reserva inspiratorio”, y supone unos 3.000 ml. adicionales.
El volumen corriente, el volumen de reserva inspiratorio y el volumen de reserva espiratorio se conocen como la “capacidad vital”, que indica el volumen total de aire en los pulmones que una persona puede expulsar. La suma de todos los diferentes volúmenes, es decir, el volumen corriente, el volumen de reserva inspiratorio, el volumen de reserva espiratorio y el volumen residual de los pulmones corresponde a la “capacidad pulmonar total”.
Varias pruebas sobre las funciones pulmonares están basadas en la medida en que somos capaces de expulsar todo el aire un segundo después de la inspiración máxima (volumen igual a la capacidad vital). Normalmente, en un segundo somos capaces de expulsar el 80% de este volumen. Este tipo de pruebas pueden servir para detectar disfunciones pulmonares.
¿Recuerdas la diferencia?