Gracias a la descripción anterior, y junto con el conocimiento fisiológico de la hematología, podemos explicar por qué algunos de los mejores atletas viajan a lugares de considerable altitud antes de una competición.
Lo que estos atletas hacen es entrenar al cuerpo en un ambiente con menor presión de O2 que al nivel del mar o zonas de poca altitud, donde vive la mayoría de la gente. El cuerpo va a “detectar” que el suministro de O2 es inferior a la demanda e intentará compensarlo. Para ello aumenta la producción de eritrocitos, o glóbulos rojos, cuya misión es el transporte de O2 en el cuerpo. Cuanto mayor es el número de eritrocitos de la sangre, más O2 puede ser transportado. Después de algunas semanas en la montaña, los atletas viajan de regreso a altitudes más bajas para competir, con un cuerpo que ahora está acostumbrado a las alturas. En zonas de baja altitud estos atletas tienen una mayor cantidad de glóbulos rojos en la sangre que se pueden unir al O2 y transportarlo a los tejidos. De este modo los músculos pueden hacer un mayor esfuerzo físico antes de comenzar a crear ácido láctico como resultado del metabolismo anaeróbico, y el rendimiento del atleta no se ve afectado por la falta de O2.